“»Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. Pero todo el que oye mis palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, soplaron los vientos y azotaron aquella casa. Esta se derrumbó y grande fue su ruina». Mateo 7:24-27
Cuando era chico me apasionaba hacer pozos en la arena. Empezaba con un dedo, luego la mano y después con ambas ya estaba paleando toda la arena que pudiera. Hoy mismo, ya adulto, siento un impulso irrefrenable cada vez que estoy en la playa; y comienzo con un dedo, una mano y en segundos soy una excavadora humana. Me enloquece descubrir capas del terreno que estaban cubiertas, me emociona pensar que voy a encontrar cosas sorprendentes.
Pero todo aquel que ha hecho pozos en la arena sabe bien que todo agujero tiene un límite; en este caso es el agua. Cuando uno llega a la profundidad del agua ha comenzado el final de la excavación. En nivel del pozo, el agua que emerge desde el fondo empieza a mojar las paredes, desgastándolas y colapsándolas hacia el pozo. Las paredes de los costados se derrumban haciendo de éste un agujero muy amplio, pero cada vez menos profundo y más difícil de excavar. Recuerdo que era desesperante para el Pablo de 5 años, el intentar mantener las paredes firmes mientras sacaba arena cada vez más mojada del fondo de mi pozo. Al final, todo se derrumbaba y se convertía en una suerte de pantano.
Es que, aunque no la veamos, hay corrientes ocultas, movimientos del agua que no se ven desde la superficie, pero actúan en lo profundo. Siguen avanzando por debajo, humedeciendo y socavando el terreno. Cuántas tragedias ocurren por desprendimientos o desplazamientos de terrenos arenosos.
Para jugar, la arena es maravillosa, porque con el agua suficiente – ni mucha ni muy poca – se le puede dar estructura firme para construir castillos de arena tan altos que impresionan. Pero cuando se trata de ponerse serio y en lugar de construir un castillo de playa debemos construir nuestra vida y decisiones, es importante entender que no podremos sostener en pie lo que hayamos construido sobre la arena.
Jesús habla de dos hombres, dos casas, una tormenta y dos resultados. Uno de los hombres construyó su casa en la arena, el otro en la piedra. A los dos les vino la tormenta, y por el accionar de los vientos, la inundación, las corrientes por debajo del terreno, se encontró que la casa en la arena no resistió. Al contrario, luego de la tormenta, la casa de piedra seguía en pie. Jesús enseña el secreto de este resultado: uno me oyó y me puso en práctica.
La vida que vas a vivir no es algo que ocurre por arte de magia: tu vida será, en mayor parte, el resultado de decisiones; y esas decisiones serán elecciones que habrás de tomar ante momentos de la vida. Ante el estudio, elegir postergar o esforzarse. Ante Dios, elegir perseguir lo espiritual o participar del club social que brinda una iglesia. Ante el amor, elegir probar de todo sin límites o guardar tu corazón para la persona indicada para construir una familia. Ante el trabajo, elegir ser un “quedado” o formarte continuamente para seguir desarrollándote, incluso aunque tengas que dar saltos.
Decisiones en cada ámbito, a cada momento, que van a dar un resultado. Ellas son las que luego terminan formando la vida que llevarás.
Y nunca es tarde para tomar nuevas decisiones.
Las tormentas les vienen a los dos. No esperemos que todo nos vaya bien, incluso cuando hemos construido nuestra vida en Dios, tomando decisiones guiados por él. La vida trae consigo tormentas pero tenemos la promesa asegurada que el Señor estará con nosotros en esas tormentas y nos sostiene, porque estamos sobre la roca.
Hay algo que es alarmante. ¿Notaste que las dos personas construyeron?
Durante muchos años aconsejando personas en la iglesia escuché una frase en común: “yo voy a avanzar, si sigo es porque es de Dios”. ¿Sabés cuál es un plan espectacular del diablo? Alentarnos en nuestra terquedad. Ayudarnos a continuar por nuestros caminos y hacernos sentir cómodos. No ponernos bloqueos. A veces tomamos decisiones incorrectas, pero como vemos que podemos avanzar llegamos a decir: “Dios está conmigo”. Sentimos que el camino es fácil, entonces: Dios me está bendiciendo.
Que estemos avanzando, no significa que lo estemos haciendo bien.
Algo que aprendí del Espíritu Santo, es que él nos da la posibilidad para mover nuestra edificación hacia un nuevo terreno; pero para eso es necesario derribar lo construido y comenzar en otro lugar.
Volver atrás con decisiones que tomamos en el pasado de manera apresurada o equivocada y acercarnos a Dios. Hay personas que por mantener una decisión van hasta las últimas consecuencias. En el afán de no reconocer el error, prefieren perder cosas, amigos… incluso todo.
No está mal equivocarse, podemos reconocerlo y pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a reconstruir en otro lugar.
“Destruyan este templo —respondió Jesús—, y lo levantaré de nuevo en tres días.” Juan 2:19
El Señor da la clave, les dice: “el templo que ustedes construyeron aquí está corroído, corrompido. Destruyan lo fallido y levanten un nuevo templo en mí.”.
Jesús iba a resucitar en tres días y se iba a convertir en el lugar más santo y digno de adoración al Padre. Él es la roca sobre la cuál construir tu casa, tu vida. Y nos sigue invitando a construir nuestra vida en él.
No lo iba a construir en el mismo lugar donde estaba el anterior templo. De la misma manera, no esperemos cambiar de rumbo y tomar nuevas decisiones y seguir teniendo y haciendo lo que hacíamos. Reconstruir la casa significa dejar atrás y comenzar de nuevo.
Lucas cuenta el mismo relato que Mateo pero para graficar al hombre que construyó sobre la roca aclara:
“un hombre que al construir una casa cavó bien hondo y puso el cimiento sobre la roca.” Lucas 6:48
LA PROFUNDIDAD ES UN REQUISITO IRREMPLAZABLE.
…Pero lo dejo para la próxima…