Cuando el rey Josafat de Judá regresó a salvo a Jerusalén, Jehú, hijo de Hananí el vidente, salió a recibirlo. «¿Por qué habrías de ayudar a los perversos y amar a los que odian al Señor?—le preguntó al rey—. Debido a lo que has hecho, el Señor está muy enojado contigo.  Sin embargo, hay algo bueno en ti porque quitaste los postes dedicados a la diosa Asera por todo el territorio y has decidido buscar a Dios». 2 Crónicas 19:1-3

Hay contundentes ejemplos a lo largo de la historia de personas llenas de aptitudes y talentos que tenían un futuro prometedor, pero no han sabido elegir con sabiduría a quiénes sumar a su camino y a quiénes no hacer partícipes de sus propósitos.

Cuando elijamos bien a las personas que nos acompañarán en los distintos desafíos y proyectos que emprenderemos, notaremos que a lo largo del camino la tarea será menos ardua, habrá paz (aunque se presenten conflictos), unidad y por sobre todo, la bendición de Dios. Pero cuando no elegimos bien, y nos rodeamos de personas no idóneas o que no compartan el sueño y los valores (la visión) que nosotros tenemos, nos encontraremos con dificultades más internas que externas, el trabajo será insostenible, en muchas oportunidades enfrentaremos pérdidas materiales, desgaste emocional, repercusiones en la salud y puede darse incluso que no lleguen a cumplirse nuestros propósitos.

No se trata de “desechar” a nadie, sino ser cuidadoso sobre a quién hacemos participe de nuestros sueños, a quién le damos la posibilidad de influirnos y en quién confiamos.

Josafat fue un gran líder y un pésimo relacionador. Cuidado, no es que contestaba mal y tenía mal temperamento; al contrario, tenía un gran “don de gente”, se daba con todos y era una persona con grandes habilidades sociales. Tal vez, su debilidad era esa misma fortaleza. Un rey que durante veinticinco años guió al reino de Judá en paz, éxito y expansión pero no supo elegir compañías.

Un gran líder natural

Económica y financieramente Judá vivió un tiempo de enriquecimiento y fortalecimiento notorio. Fue un gran administrador y generador de recursos. Construyó también fortalezas y se expandió militarmente. ( 2 Crónicas 17)

Un gran líder espiritual

En términos espirituales, Josafat fue un líder ejemplar. “Buscó al Señor con todo su corazón”; tal fue su fama en esto, que luego de generaciones se lo seguía nombrando como un ejemplo de devoción. ( 2 Crónicas 22:9)

Se ocupó de enviar generales, sacerdotes y levitas por todo el país para enseñarle al pueblo la ley. Se aseguró de ser terminante con el pecado y limpiar la tierra de lo que no agradaba a Dios. ( 2 Crónicas 17:7-9)

Vivía en lo sobrenatural

Sabía lo que era lo sobrenatural. Josafat vivía lo sobrenatural como algo cotideano. Creía en lo profético ( 2 Crónicas 18:6) y experimentó el milagro de Dios en situaciones sin solución cuando el Señor le dió la victoria en una invasión de los reyes de Moab y Amón ( 2 Crónicas 20).

Podemos resumir que Josafat era una persona que amaba a Dios, buscaba al Señor, era firme frente al pecado y vivía en lo sobrenatural. Un ejemplo en casi todo.

Gran Líder Mal Relacionador.

En reino vecino a Judá donde reinaba Josafat, se encontraba reinando Acab. Casi como una figura de contraste, Acab llevaba una vida lejos de Dios, desechando todo lo que se refiera a lo espiritual, consultando a otros dioses, llevando una vida de pecado, asesinando y robando… la lista es interminable… pero nos da una clara imagen de quién era Acab.

Dicho esto, es llamativo que Josafat, siendo el líder espiritual que era, no pudo haberse resistido a unirse a Acab. No solo que la historia lo muestra pasando tiempo con Acab, sino que también cuenta que se unió a los proyectos de este tirano, aún cuando Dios le habló para que no lo hiciera. Llego a ir a la guerra junto con Acab contra otro reino y casi muere él ( 2 Crónicas 18:28-34).

¿Te ha pasado estar donde no tenías que estar, cuando no tenías que estar?

Unos años después, es el hijo de Acab que le propone un negocio y vuelve a aceptar unirse a ellos; el resultado fue que Dios mismo hundió el negocio para que no prospere ( 2 Crónicas 20:35-37).

La gente que es fuerte en las cosas de Dios pero débil en sus relaciones no alcanzará la plenitud en sus propósitos. A menudo se verá envuelto en conflictos con las personas que le drenarán todas sus fuerzas. Hacer negocios con personas que no comparten nuestros valores, abrir nuestro corazón y sueños a gente que no comparte nuestro propósito va a hacer que nuestros planes fracasen.

Debemos aprender a estar solos en algunas ocasiones. Es mejor un poco de soledad, antes que estar con personas que te llevarán lejos de la persona que querés ser.

Un minuto con personas que Dios pone en tu camino te levantan, te animan, te consuelan y te direccionan.

Un minuto con las personas incorrectas, pueden derrumbarte y hacer todo cuesta arriba.

El desafío es: no llevar una vida dividida y desgastada tratando de mantener vínculos y amistades que no deberían estar allí. Tal vez pensemos que son cruciales para nosotros, quizás pensemos que son positivas, pero son percepciones que tenemos, son cargas emocionales que les depositamos; en otras palabras, nos creímos que NECESITAMOS esos vínculos porque de otra manera nos iría mal…

¿Te estás o te están imponiendo vínculos?
¿Sentís que si no mantenés esa relación tendrá consecuencias negativas para vos?
Las relaciones sanas nunca se basan en el aspecto negativo que viene de no tenerlas, sino en el aspecto positivo que aportan. ¡Cuidado!

Elijamos bien, sin desechar a nadie, pero siendo sabios en hasta donde mostrar nuestros sueños, con quienes vamos a caminar nuestros caminos y a quienes solo tocan momentos puntuales de la vida. Imitemos lo excelente que era Josafat y pongamos atención en cuánto perdió por no poder elegir bien sus compañías.

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